Revista SOMOS Nº 31 Marzo 2021 El Régimen del 78 a veces me recuerda a esos circos crepusculares y decrépitos que ha retratado el cine como el telón de fondo de dramas sentimentales y tristones. En estas historias de los viejos circos, el elenco de personajes siempre rezuma un aroma nostálgico a decadencia y fracaso: El payaso que perdió la gracia y que tras los chafarrinones de su maquillaje esconde el drama de su alcoholismo, la trapecista que tras un accidente quedó lisiada y ahora malvive vendiendo las entradas, el domador al que sólo le queda ya un león tan avejentado y maltrecho como él mismo, el ilusionista casi anciano al que la pérdida de reflejos castiga convirtiendo sus presentaciones en risibles ridículos…Gente así. La gran diferencia entre los viejos circos y el obsceno trampantojo de la partitocracia radica en que los primeros, tras su cochambre y decadencia, todavía conservan un principio de espartana dignidad. El ilusionista del circo decadente sigue avergon...