Revista NOSOTROS Nª 55 - Primavera 2021
Lo de generar miedo para que la gente esté dispuesta a renunciar a su libertad a cambio de seguridad no es nuevo.
Docenas de
aterradores trampantojos han sido exhibidos de forma amenazadora con este fin
en las últimas décadas: el cambio climático, Bin Laden, el calentamiento
global, la gripe aviar, el Ébola…
Los sucesivos
hombres del saco, debidamente exagerados por una prensa cada vez más dócil, han
ido cumpliendo su función amedrentadora.
Los atentados de falsa bandera también
resultaron útiles para justificar guerras de agresión a cambio del sacrificio
de dos torres en el tablero del ajedrez geopolítico.
O para
cambiar gobiernos al precio de aquellos trenes de cercanías que fueron
rápidamente desguazados tras cumplir su sangriento cometido.
La
diferencia de esta pandemia global con los anteriores pretextos es que, esta
vez, el perro muerde de verdad.
Independientemente de que haya sido un
experimento de ingeniería social minuciosamente planificado o de que sea un
accidente que se esté aprovechando para acelerar ciertas agendas
globalizadoras, la pregunta sigue siendo ¿a quién beneficia?
En el
plano internacional, está claro que el endeudamiento sin precedentes de las
economías nacionales fortalecerá a las covachuelas de la usura internacional.
El FMI, Banco Mundial y demás estructuras usureras, creadas en Breton Woods por
la triunfante judería financiera internacional, aumentarán aún más su
influencia y control sobre las naciones.
Los soros,
rotschild, rockefeller y demás buitres del liberalismo más rapaz verán mucho
más cerca su objetivo de un Gobierno Mundial formado por la élite financiera.
Cuentan para ello con influyentes peones propagandísticos como Bill Gates o
Bergoglio.
Los delirantes argumentos neomaltusianos de
Bill Gates se verán reforzados para convertir en obligatorias sus rentables
vacunas, chips electrónicos y demás instrumentos para cumplir su reconocido
objetivo de reducir y controlar la población mundial.
Hasta el
mafioso entramado propagandístico de la industria farmaceútica llamado OMS
encontrará argumentos para imponer una autoridad sanitaria global y, de paso,
forrarse.
Ya están
tramando las coacciones legales más abusivas para que no podamos resistirnos a
que nos inyecten los dudosos tratamientos de alteración genética que pretenden
hacer pasar por vacunas.
Algunos de
los políticos más rastreros, como Núñez Feijoó, el mamporrero gallego del Club
Bilderberg, están implantando obedientemente la represión más tiránica para
agradar a sus amos globalistas.
Al ver a
la banda de Sánchez intentando estirar el chicle del miedo colectivo ante los
“rebrotes”, no es difícil prever que los autocomplacientes e ineptos secuaces
del asaltatumbas mantendrán la amenaza del confinamiento, semiconfinamiento y
demás variantes del Estado policial mientras dure la legislatura.
Es
previsible que esa formidable estructura propagandística llamada Pesoe, después
de autosubvencionar a sus numerosos pesebres, le pase el embolado - los miles
de muertos y la ruina de la economía española - al que venga detrás según su ya
tradicional modus operandi.
Los socios
podemeros del ególatra de Moncloa, tras su estrepitoso fracaso en las
elecciones regionales gallegas, vascas y catalanas, son conscientes de que ya
no engañan a casi nadie y procurarán alargar a cualquier precio sus prebendas.
La progrez está acelerando sus campañas para la
implantación de los diversos dogmas sectarios dictados por los prebostes del
NOM: hembrismo sicópata disfrazado de feminismo, racismo antiblanco disfrazado
de antirracismo, adoctrinamiento en el dogma de género disfrazado de tolerancia
y, en el plano local, revanchismo guerracivilista disfrazado de “memoria
histórica”.
Cualquier cosa que refuerce la anestesia y el
sometimiento de la población en el mejor estilo bolivananero.
Como se
está viendo con las algaradas del entramado antifa por el encarcelamiento del
cerdete rapero, la movilización social en España es inexistente fuera de la
chusma delincuencial y políticamente analfabeta que aprovecha cualquier campaña
propagandística para ejercer un vandalismo sin fuste y sin proyección política
real.
Quizá los
podemitas son más conscientes que la vieja mafia pesoera de que el Régimen del
78 es ya un cadáver andante.
Los
escasos lameculos monárquicos, civiles o militares, ya no tienen cuajo
suficiente para seguir riéndole las gracias al Campechano Porky tras salir a la
luz sus enjuagues, corrupciones y carísimos puteríos. Y el marido de la
periodista tampoco da la talla para mantener en pie un régimen obsoleto,
corrupto y socialmente tóxico.
La única
razón por la que se mantiene en pie el régimen del 78 es por la indiferencia de
la sociedad española ante un entramado de intereses políticos que percibe como
ajeno.
La aplastante victoria de la abstención en las
últimas elecciones autonómicas en Cataluña, pone de manifiesto la total desvinculación
entre la España real y la oficial.
Porque
oposición, lo que se dice oposición, tampoco es que haya.
La
sociedad española, salvo raras excepciones, es un rebaño incapaz de movilizarse
ante la ruina provocada por las restricciones absurdas y abusos de poder que,
al amparo de la pandemia sustentan un Estado policial y tiránico gobernado por
notorios incapaces.
Los fofos
e inútiles culos que calientan los escaños del monipodio de la Carrera de San
Jerónimo muestran cada vez con menos pudor su inanidad política, su cobardía
congénita y su adocenamiento vulgar y chabacano. Desde las filas de los
traidores separatistas, los soplapollas peperos o los estridentes y mendaces
voxeros no se escuchan más que los previsibles rebuznos de siempre.
España es
como el Titanic, pero con el pasaje aplaudiendo mientras se hunde y con los
músicos de la orquesta esperando que tramiten su ERTE.
Ya no es
tiempo de oposición, sino de resistencia.
J.L. Antonaya