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MUERTOS, MENTECATOS Y MENTIRAS



Revista SOMOS nº22 Abril 2020
Posiblemente nunca sabremos el origen de esta pandemia. A mí lo del murciélago me suena a cuento chino. Como en todos los grandes eventos decisivos, la leyenda acabará prevaleciendo sobre cualquier tipo de investigación rigurosa.

 Al final, las películas de Hollywood impondrán su versión y. como ocurre con títulos que están en la mente de todos (“El listillo de Schlinder”, “La mentira es bella”, “El embuste del pijama de rayas” y cosas así) ésta se convertirá en verdad canónica.
 El votante-contribuyente acabará, como en una distopía orwelliana, no sólo repitiendo la versión oficial por miedo a incurrir en delito de opinión, sino que la creerá de verdad igual que cree que las Torres Gemelas las tiró un morito que se había sacado el título de piloto de avioneta dos días antes o que la Guerra de Secesión fue porque a los del norte, que eran muy buenos, les daban pena los negros.
Esta imposición de fábulas y embustes como sustituto de la verdad histórica ha sido uno de los mecanismos más eficaces de control político que se conocen.
 Los enemigos de España han hecho y seguirán haciendo un uso provechoso del mismo. Desde que los mercaderes calvinistas flamencos publicaron el primer panfleto con el Duque de Alba comiéndose a los niños crudos o los masones franceses dijeron que la Conquista de América había sido un genocidio, toda la fauna de resentidos, progres, perroflautas, liberales y demás ralea ha repetido como loros amaestrados estas sandeces.
 Ese artefacto de endofobia autoimpuesta llamado Leyenda Negra ha sido asumido como dogma por todos los ensayistas de orinal, marisabidillas de tertulia, feministas hirsutas, chonis de ministerio  y periodistas de bozal que conforman nuestra élite intelectual.
Desde hace cuarenta años esta tramoya de buenismo gregario, superficialidad repelente, izquierdismo de salón y cobardía traicionera ha ocupado el lugar que, en otro tiempo ocupaban filósofos e intelectuales. Las susanagrisos, ristomejides, guarromings y anarrosas han sustituido a los ortegas, marañones o maeztus de otras épocas.
Y el resultado está a la vista: Con rarísimas y heroicas excepciones, el pueblo español es un agregado de individuos egoístas, cobardones, acríticos y temerosos de ser señalados como diferentes por un rebaño cada vez más adoctrinado en la obediencia a un poder corrupto.
 Al españolito del régimen del 78 se le ha enseñado durante décadas a odiarse a sí mismo y a pedir perdón por su Historia. Ser blanco, heterosexual o sentirse orgulloso de nuestro pasado imperial ha pasado a ser una causa de descalificación social.
A unos súbditos así no les indigna que un Gobierno sectario y mediocre haya provocado con su ineptitud y negligencia culpable que en estos momentos seamos el país del mundo con más muertos por el coronavirus. 
Salvo la exigua minoría de los que no pasamos por el aro, los ciudadanos ejemplares y votantes odedientes seguirán saliendo puntualmente al balcón a aplaudir cuando se les ordene.
Lamentablemente, en lugar de sogas en las farolas, a los responsables les espera, como siempre, la impunidad. 

J.L. Antonaya

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