Revista SOMOS nº 26 Octubre de 2020
En los últimos tiempos, ante la desaforada rabia antiespañola de la banda de Sánchez y sus socios separatistas, cierta derecha moderadamente enérgica y prudentemente indignada ha comenzado una campaña de reivindicación de la monarquía como tabla de salvación de su tranquilidad digestiva.
Los forofos de la pandilla borbónica llenan sus perfiles en
las redes sociales de aguerridos retratos del Supremo Jefe de Atrezo de las
Fuerzas Auxiliares de la OTAN antes conocidas como Ejército español.
Ya saben, el hijo de cierto campechano comisionista de los
chiringuitos saudíes que Franco -que también cometió errores- nombró sucesor.
Estos retratos suelen
estar recargadamente decorados por banderitas constitucionales y frases de
rendida devoción monárquica que parecen sacadas de Sisí Emperatriz o, en
ocasiones, de una peli de Cantinflas.
Los más graciosos son
los que ponen al augusto marido de la periodista junto a un politiquete con
ínfulas de jabalí pero que no pasa de marranillo (valga la inocente metáfora,
Señoría) y que, a pesar de su aspaventera pose “guerrera”, no hizo ni la Mili.
Los verdosos y neoliberales fans del político en cuestión
deberían reparar en que, al exhibir juntos los dos retratos, degradan a su
admirado soberano al papel de comparsa en un dúo cómico de tercera. Aunque es
improbable que quien no ha tenido reparos en atribuirse como propia una frase
de Ramiro Ledesma o de bautizar a su chiringuito ultraliberal con el nombre de
una asociación cultural patriota de los años ochenta tenga algún remoto resto
de sentido del ridículo.
Si un hipotético observador que hubiese permanecido en coma
los últimos cuarenta años despertase de pronto y viera estas publicaciones
podría llegar a pensar que España tiene un Jefe de Estado decidido, valiente y
trabajador. Esta ilusión no tardaría en desvanecerse con un simple vistazo a la
actualidad política de nuestra Patria, gobernada por la banda de inútiles y
revanchistas sobre los que se aúpa el psicopático ego de un mediocre devenido
en Presidente de Gobierno.
Es muy cierto que el Gobierno de España tiene una
composición a medio camino entre la chirigota, la charlotada y el Circo de los
Horrores. Esto es algo que saben hasta los negros subsaharianos de color.
Pero lo más triste, desgarrador y desesperante es que,
enfrente, en ese Patio de Monipodio en el que, según los ingenuos y los
cínicos, reside la soberanía nacional, el ganado que hay es muy similar en
falta de trapío, flojera de remos y querencias de manso al que posa sus
haraganas nalgas en los bancos azules.
Y no, la solución para que esto deje de ser un puticlub no
es apoyar a la dinastía que trajo a las putas, (dicho sea metafóricamente y sin
ánimo de señalar, Señoría.)
Hemos llegado a tal grado de ruina, degradación y pobreza –
intelectual y de la otra -, que ya sólo cabe hacer borrón y cuenta nueva para
desfacer tanto entuerto.
J.L. Antonaya