Ir al contenido principal

LA TECNODICTADURA DE LOS MEDIOCRES

 


Revista SOMOS nº 29 – Enero 2021

Parafraseando el inicio de uno de los panfletos de aquel hebreo nefasto llamado Herschei Kissel Mordekai y al que la Historia conoce como Karl Marx, es evidente que un fantasma recorre, no ya Europa, sino el planeta entero. El fantasma del Globalismo.

Todos los dogmas y disparates globalistas que conforman el Pensamiento Único (feminismo demente, multiculturalismo endófobo, racismo antiblanco, ideología de género, etc…) se han consolidado como principios de obligada creencia.

La nueva dogmática ya no necesita intelectuales que la defiendan argumentalmente. Los portavoces del dogma ya no son, como en otras épocas, pseudointelectuales con ínfulas de solvencia cultural, sino cada vez más mediocres, zafios e incultos figurones del circo mediático.

En España, por ejemplo, el Ministerio encargado de la prensa y propaganda del dogma feminista está en manos de una analfabeta funcional cuyo mayor mérito ha sido yacer con el actual Vicepresidente del Gobierno. Y es más que suficiente.

 El generosamente subvencionado discurso femichoni solamente se compone de una cansina repetición de los tópicos, ocurrencias y sinsentidos que sustentan la demente ideología de odio al varón. No hace falta, por tanto, ninguna lumbrera al frente de un aparato de propaganda travestido de Ministerio.

Y no hace falta más para implantar el lavado de cerebro colectivo.

Cualquier planteamiento crítico con el discurso oficial será proscrito y condenado a la marginación tras neutralizarlo con una de las palabras tabú del léxico canónico: machista, heteropatriarcal, fascista, etc…

La élite globalista es muy consciente de que el que controla el lenguaje, controla el pensamiento de la masa.

 Ya no es necesario mantener en nómina a sesudos y plúmbeos escritores o filósofos para troquelar la opinión pública. La nueva élite intelectual del Régimen la conforman ahora cocineros elevados a la categoría de artistas, actores de medio pelo, teleputillas de tertulia y locutores de unos telediarios cada vez más indistinguibles de espacios publicitarios al servicio del Poder. Son mucho más manejables y sumisos que los intelectuales.

No hay programa de telebasura, serie televisiva, película de streaming o anuncio de champú que no esté trufado de eslóganes, guiños y apologías de la nueva Inquisición de lo Políticamente Correcto. El miedo a la Policía del Pensamiento es mucho más eficaz para mantener la hegemonía cultural que la elaboración de prolijos y artificiales argumentarios.

 El control absoluto de los grandes medios de comunicación, de la industria del ocio y de los chiringuitos de la cultura oficial hace innecesaria la elaboración de argumentos que sustenten la nueva dogmática. Al cada vez más perseguido pensamiento disidente, directamente se lo arrincona, se lo proscribe o se lo encarcela.

Las grandes editoriales, los grandes grupos de comunicación, las productoras cinematográficas, o los cada vez más mediocres planes de estudios garantizan a la élite globalista la sumisión entusiasta de una población cada vez más inculta, cobarde y acrítica.

La orfandad cultural de las nuevas generaciones es la mejor garantía de permanencia del Globalismo y de su esclavitud económica basada en el liberalismo más salvaje y esclavista.

El último cabo suelto que les quedaba eran las redes sociales. El único foro en el que todavía hay lugar para la libertad de opinión está siendo rápidamente controlado por las cada vez más poderosas Policías del Pensamiento, “Normas Comunitarias”, Fiscalías del Odio y demás inquisiciones judeoprogres.

La más reciente demostración de fuerza del gran lobby tecnológico ha sido el cierre de las redes sociales del mismísimo Presidente de los Estados Unidos.

El mensaje que nos envían a los disidentes es claro: Si podemos deponer mediante un pucherazo electoral a un Presidente USA que no tenga nuestra aprobación, podemos manipular las protestas de sus partidarios convirtiéndolas en una charanga, podemos hacer olvidar los asesinatos de manifestantes por parte de la Policía del Capitolio y podemos borrar las cuentas en las redes sociales del Presidente depuesto, imagínate lo que vamos a hacer con vuestras pequeñas cuentas fascistas.

En esas estamos.

 

J.L. Antonaya

Entradas populares de este blog

PESADILLA INFERNAL.

  Luego le dijeron que todo había sido un sueño. Que se lo había imaginado. Que nunca existió aquella Feria. Pero él todavía recordaba las luces multicolores de los tenderetes; los taponazos sordos del tiro al blanco; el olor pringoso de los churros; el sabor dulzón de las palomitas; el acre hedor a serrín y a orines de las jaulas de las fieras.

DE PUEBLO A REBAÑO. LA RUTA CONSTITUCIONAL.

En marzo de 1766, los madrileños se amotinaron porque un ministro de Carlos III, el Marqués de Esquilache, pretendía cambiar por decreto la vestimenta de los ciudadanos limitando la longitud de las capas y el ancho del ala de los sombreros. La movilización popular fue masiva y llegó a estar amenazada la seguridad del monarca que se vio obligado a desterrar al ministro cortacapas. Cuarenta y dos años después, el pueblo de Madrid volvía a liarla parda enfrentándose, navaja y trabuco en ristre, al ejército más poderoso de su época. Cuesta trabajo creer que los descendientes de un pueblo capaz de derribar a Esquilache en 1766, o de pelear contra el invasor gabacho en 1808 sea el mismo que ha aceptado sumisamente la dictadura plandémica, los contratos basura, la uberización de la economía, la precariedad laboral, la delincuencia inmigrante y las demás cabronadas globalistas sin alzar la voz ni un poquito. Los tataranietos de los amotinados que se negaron a recortar el ala de sus cha

LA SELECCIÓN NATURAL INVERSA Y EL RÉGIMEN DEL 78.

  Decía Onésimo que el sufragio elige generalmente a los peores españoles y que el parlamentarismo es una estafa. Si el Caudillo de Castilla levantara la cabeza y viera la fauna que habita el Patio de Monipodio de la Carrera de San Jerónimo o la banda de analfabetos, marisabidillas, tarados y malhechores que nos amarga la vida desde el Palacio de la Moncloa, posiblemente lamentaría haberse quedado corto en sus apreciaciones.