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TIEMPOS INTERESANTES


 Si un chino te dice “ojalá vivas tiempos interesantes” es como si un gitano te desea que “te ajogue la mar serena”.

Esto de las maldiciones tiene su guasa y su intríngulis. El conocido anatema oriental identifica los tiempos interesantes con épocas de conflicto, dolor y desastre. Otra cosa no, pero nadie puede negar que, en estos siniestros y globalizadores años veinte, vivimos tiempos interesantísimos.

Todos los cacareados derechos humanos que durante décadas han sido la cantinela, coartada y pretexto del discurso políticamente correcto, han desvelado su naturaleza inane y vacía.  

En el corral neonormal del Globalismo, sigue vigente aquel artículo de Rebelión  en la granja que proclama “Todos los animales son iguales, pero unos son más iguales que otros”. En nuestro ejemplar Estado de Derecho, son múltiples los corolarios a este teorema.

Por citar algunos:

Todos tenemos derecho a la presunción de inocencia, pero si eres varón y una señora te denuncia por “violencia de género”, eres automáticamente culpable.

Todos tenemos derecho a la legítima defensa salvo si te agrede un mena, te intenta asesinar un negro o te quiere linchar una piara de antifas. En esos casos, deberás dejarte matar porque si te defiendes se te aplicará la agravante de “odio ideológico”,

Todos tenemos el derecho y el deber de defender España pero si haces un escrache en un sedicioso acto separatista, serás encarcelado.

Todos tenemos derecho a la libertad de expresión, pero si cuestionas determinadas leyendas negras sobre la Segunda Guerra Mundial serás encarcelado. Si hablas de los logros del Régimen de Franco, serás multado. Si llamas negro a un negro, subnormal a un tontopolla o histérica a una feminista cometerás un pecado mortal contra la sacrosanta corrección política y serás censurado en las redes sociales. No podrás expresar tu opinión sobre la inteligencia, honradez o lealtad a España del monarca salvo que esa opinión sea favorable. Tampoco podrás utilizar símbolos políticos que no cuenten con el visto bueno del correspondiente sanedrín. Ni podrás cuestionar la eficacia de unas presuntas vacunas a pesar de que sean el paradigma de que a veces es peor el remedio que la enfermedad. Pero, por lo demás, puedes expresarte libremente.

Todos tenemos derecho a la intimidad y a la confidencialidad de nuestro historial médico, salvo que un camarero te exija desvelarlo para poder tomarte una caña.

Todos tenemos derecho a la libre circulación. Salvo que un Presidente de Gobierno tontiloco, un ministro analfabeto, un caciquillo de alguna taifa autonómica, o incluso un concejal de festejos, quieran hacer méritos ante el bilderberg correspondiente y decreten confinamientos y restricciones.

Ya empiezan a ser cansinos los tiempos interesantes.

 

J.L. Antonaya

Texto publicado en la revista SOMOS Nº 36 - Enero 2022

   

    

 

 

 

      

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