Ya debería estar acostumbrado, pero nunca deja de asombrarme la ingente sabiduría de los tertulianos televisivos. En los pocos días transcurridos desde el inicio de la operación militar rusa en Ucrania, los telecharlatanes han pasado de ser expertos virólogos a especialistas en geoestrategia.
Un análisis superficial de esta capacidad intelectual podría
llevar a la apresurada conclusión de que la fauna que habita en tertulias,
telediarios y demás mentideros es, en realidad, un hatajo de marisabidillas,
pisaverdes, monfloritas, pedantes y cantamañanas que se limita a repetir las
consignas que le dictan.
Pero no hay que minusvalorar el mérito de estos esforzados
voceros del siempre cambiante discurso oficial. Hay que tener una indudable
sangre fría y una dureza facial diamantina para, por ejemplo, defender con
vehemencia de fanático la discriminación y la muerte civil de cualquiera que se
niegue a que le inyecten cierta sustancia experimental a pesar de la evidencia
de que la inoculación masiva ha sido un absoluto fracaso.
No está al alcance
de cualquiera esa capacidad que exhiben los teletodólogos para combinar
sabiamente la más rastrera de las sumisiones con el camaleonismo más elástico y
la abyección más obscena.
Como auténticos sabios renacentistas, estos especímenes
valen lo mismo para un roto que para un descosido. Igual te informan de asuntos
de relevancia mundial como las desventuras de Rociito o las reflexiones
existenciales de Belén Esteban, que convierten, con sus estudiados aspavientos,
en eminencia médica a un matasanos de tercera fila o pontifican sobre las
implicaciones económicas de la política rusa. Los ristomejides, guarromings y
jorgejavieres son los nuevos leonardos y marañones en la España neonormal.
Ahora, con el conflicto en Ucrania, la cosa ya no estriba en
acojonar a la población con terribles plagas y abominables contagios, sino en
aplaudir con fervor atlantista la sumisión rastrera de nuestro Gobierno ante el
gran amo yanqui.
Vladimir Putin ha sustituido como blanco de las iras del sanedrín
políticamente correcto a los "negacionistas" que es como la neolengua
globalista llama a los rebeldes frente a la dictadura sanitaria.
Los tertulianos ya no tienen que esforzarse para meter las
miocarditis, ictus y repentinitis de los triplemente inoculados en el socorrido
saco de las muertes inexplicables. Ahora les basta con repetir como obedientes
cotorras amaestradas las consignas de la CNN para el conflicto ucraniano que,
básicamente, se reducen a un conato de guión hollywoodiense: Rusos malos
malísimos contra ucranianos angelicales, pobrecitos.
Que desde el golpe de Estado del 2014 la población prorrusa
del Este de Ucrania haya venido padeciendo la saña represora del Gobierno
títere de la OTAN es algo tan irrelevante para estos telesabios como lo ha sido
hasta ahora la ruina económica y el tiránico control social provocados por el
terrorismo informativo pandémico.
La operación militar para proteger a la población
rusoparlante del Donbass está siendo mucho más eficaz que la presunta
"vacuna " para erradicar de los medios el desde hace dos años
monotemático virus. Putin debe ser
nominado al Premio Nobel de Medicina. Pero ya.
Texto publicado en la Revista SOMOS nº 37 Febrero-Marzo 2022